El territorio se plantea en los últimos tiempos como una estrategia fundamental en los procesos de desarrollo rural. Un concepto que ha ido evolucionando desde una idea basada en un componente muy vinculado al espacio, a un planteamiento mucho más amplio en el que se integran conceptos como identidad, paisaje, dimensión social, producción local y valor de marca territorial.
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El Mediterráneo, el Mare Nostrum, lugar donde Ulises navegó en su viaje hacia Ítaca, ha sido a lo largo de los últimos milenios lugar de guerras, de imperios que nacen, se desarrollan y decaen, pero también de comercio, de intercambios y de tradiciones. En este breve artículo vamos a ver un de estos bienes que nos llegaron de la otra orilla del mediterráneo. Hablaremos del vino, de su origen, de su comercio y su importancia como bien de prestigio desde la antigüedad hasta nuestros días.
Nuestros territorios giran en torno al mundo del vino y del viñedo. Es la actividad sobre la que se mueve la vida, la economía y, también el turismo de toda la zona. Una actividad de larga tradición histórica y una profunda raíz cultural que ha marcado y marca en la actualidad el ritmo diario del quehacer de sus habitantes. Son muchos los recursos que podríamos destacar en torno al mundo del vino, pero hoy queremos destacar uno que nos parece especialmente singnificativo, su paisaje; un paisaje que es considerado por la población local como uno de sus principales símbolos de identidad, al entenderlo como síntesis de la realidad y la evolución histórica del territorio. Es un elemento vivo y auténtico que mantiene toda su dinámica combinando tradición e innovación y que nos permite leer el tiempo en el espacio.
El paisaje del vino y el viñedo es percibido como el mejor exponente de la tradición y de la realidad actual en los territorios vitivinícolas. Se le tiene cariño y respeto y es valorado, no solo como un elemento de carácter estético más o menos amable, sino como una representación del territorio, como un valor del mismo y, también, como un activo.. Es sin duda el elemento cultural más transversal de los existentes en la actualidad en los territorios vitivinícolas y su cuidado y protección es una preocupación constante de sus habitantes.. Las reflexiones que se plantean sobre el tema parten de la conceptualización planteada en el Convenio Europeo del Paisaje, convenio suscrito por nuestro país en 2007. Un convenio que plantea un importante marco teórico a la hora de poder trabajar. El convenio define el paisaje como “cualquier parte del territorio tal como es percibido por la población cuyo carácter sea el resultado de la acción de factores naturales y humanos y sus interacciones”. A partir de esta definición en la zona podemos plantear algunas cuestiones de interés como son:
El paisaje se plantea pues, como un resumen de la realidad del territorio; de una síntesis de lo que la cultura del vino significa y ha significado en la vida de sus gentes y en la configuración del entorno que hoy podemos contemplar. De esta manera se puede facilitar una lectura y una experiencia integral del mundo del vino en el que todos los elementos que configuran el sistema de la vitivinicultura y la historia local quedan representados. Es además una constante durante la visita del turista, su percepción es continua y su cuidado y conservación y la interpretación del mismo facilita la inmersión del visitante en el entorno. En el se integran todos los elementos (urbanos, agrarios, geográficos,… los que permite poder mostrar una aprehensión total del territorio. Preservar nuestro paisaje no es solo una obligación de todos los que vivimos en los terrtorios vitivinícolas, es además un excelente recurso para desarrollar modelos equilibrados y sostenibles de turismo desde el respeto a la tradición y a la preservación de nuestros entornos. Una tarea en la que todavía tenemos mucho por hacer. Julio Grande |